La fiesta de la Friducha
¿Por qué una Fiesta? Una vida tan trágica, tan llena de accidentes, heridas, pérdidas y enfermedades, ¿no tendría que evocarse en un ritual del dolor, la ira y la tristeza?
Sin embargo, la pintura de Frida es una fiesta de color, de sonidos, de asombro ante las cosas más hermosas o terribles y, en todo caso, una celebración de la vida con todas sus ambigüedades.
Y en especial, una quiebra de los límites entre la Vida y la Muerte, la “Calaca”, esa imagen reiterada en la Cultura mexicana desde los tiempos pre-hispánicos a nuestros días, siempre en la forma carnavalesca, irónica y festiva propia de la tradición que encontramos en las ferias, la festividad de “el Día de los Muertos” y –en una fantástica re-utilización de los signos- en los cuadros de Frida.
Curiosamente, es la fragmentación y el ensamblaje de los signos más diversos (desde los más íntimos y personales a los eventos sociales, culturales, históricos) lo que nos sorprende y conmueve en su pintura. No la linealidad de su historia –su biografía fragmentada, quebrada, inconexa- sino la onírica, fantasiosa (se ha dicho surrealista) relación y recuperación de los objetos, las visiones y los hechos.
Quizás por eso un performance –en los límites de la teatralidad, la narración, lo oculto y lo visible- sea la manera más fiel de convocar esos fragmentos de vida. Y con ellos la Música, la comelata, la alegría, los Mariachis sonando y la Fiesta que exorciza el dolor, la lejanía y la tristeza.